por Jaime Leygonier
Periodista Independiente
6 de junio de 2010
El acto, que comenzó a las 9 de la mañana, es inusual en Cuba, el párroco Luis Alberto Formoso solicitó y obtuvo de las autoridades el permiso; asistieron fieles de las comunidades de ambos templos y los niños de catecismo vestían albas —túnicas blancas— los varones portaban flores y las hembras esparcían pétalos.
La policía desvió el tránsito, un auto patrullero encabezó la procesión y la escoltaron a ambos lados grupos de las Brigadas de Respuesta Rápida —delatores y delincuentes que emplea la Seguridad del Estado para agredir a los opositores.
La reacción del vecindario fue de simpatía, sorpresa y curiosidad; muchas personas se arrodillaron en la calle al paso del Santísimo Sacramento (ostia consagrada), y alguna expresó que ignoraba que esos actos ocurrían en Cuba como en otros países.
Lamentablemente, el párroco imprimió a la procesión un paso tan lento que ésta —bajo un sol y calor extenuantes— demoró una hora y media en arribar a la capilla de Nuestra Señora de la Guardia, con lo cual expuso a deshidratación a los más débiles, al extremo de que uno de los niños sufrió un desmayo.
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